Es un trabajo laborioso, a caballo entre el arte y el oficio, que requiere paciencia y talento. En España sólo se puede aprender en el Conservatorio Arriaga de Bilbao. Allí, una decena de alumnos de “luthier” descubre los secretos de los buenos instrumentos, aquellos que requieren al menos 450 horas de trabajo de una persona y que llegan a costar en el mercado 12.000 euros.
Por Inés Mendía. Fotografías de Carlos García
Química, física, matemáticas, un poco de pasión y alma de artesano. Éstas son las claves para ser un buen luthier. Unos consideran un arte lo que para otros es más bien un oficio que consiste en construir instrumentos de cuerda de forma artesanal, como violines. En nuestro país hay un centenar de talleres, pero sólo un conservatorio donde se imparten los estudios de luthería. Y ese lugar único es el Conservatorio de Música Juan Crisóstomo de Arriaga (Bilbao), que desde hace 15 años imparte esta disciplina.
Tras pagar 120 euros de matrícula por año y superar los tres cursos, unos pocos alumnos (hasta ahora unos 60, ya que cada año se incorporan una media de cuatro estudiantes, aunque siempre hay abandonos) obtendrán un diploma de capacitación otorgado por el Gobierno vasco, ya que no existe ninguna ley que regule esta especialidad. «Nuestro deseo es lograr una homologación y una titulación oficial universitaria», reivindica Javier Guraya, profesor de Artesanía del conservatorio bilbaíno. Por eso, la esperanza está puesta en el Tratado de Bolonia, firmado por la Unión Europea, que permitirá en 2010 crear un espacio común europeo de estudios superiores.
Pero mientras llega ese momento, en el Conservatorio de Bilbao se vive el día a día. Este año estrenan edificio y esperan un aumento en el presupuesto para, por ejemplo, fabricar violonchelos y contrabajos. Ahora, sólo disponen de material para hacer violines y violas. Durante los tres años de formación, los alumnos —una decena en estos momentos— construyen dos instrumentos: uno será para ellos y otro se quedará como muestra en el conservatorio. También dedican tiempo a la fabricación del arco con cursos monográficos y prácticas. Además, reciben conocimientos de Acústica Musical o dan clases para aprender a tocar los instrumentos. Aunque la formación artesanal sigue siendo lo esencial, durante el último año se les imparte una asignatura relacionada con la formación empresarial para cuando monten su taller.
Asier de Benito, de 26 años y alumno de tercer curso, sabe ya qué hará al salir del centro: «Quiero montar un taller de construcción y restauración de instrumento clásico antiguo, de los siglos XVI y XVII, orientado al estudio de la música». Este valenciano está fabricando también, en sus ratos libres, un guitarro murciano. «Tenía interés por construir una guitarra pequeña y practicar con la decoración y la marroquinería, para ver qué problemas pueden surgir y aplicar luego lo que aprenda a otros trabajos».
También hay quien ya ha empezado en el oficio, pero desea aprender más, como Daniel Latorre, de 27 años. A este logroñés nacido en Uruguay le interesaba la música tradicional y montó, de forma autodidacta y con ayuda de algún cursillo, un taller. Respecto a la salida profesional, se muestra moderadamente optimista: «Creo que podré ganarme la vida con la reparación de instrumentos; aunque con la fabricación, que es lo que más me interesa, lo veo más difícil. Difícil, pero posible», cuenta este alumno de primer curso.
Otros, como Michel Gasco, de 24 años, llegaron con un objetivo muy claro: «Toco la guitarra y quería hacerme una para mí. Me gustaría fabricar guitarras acústicas, de jazz, mandolinas… Investigar dentro del mundo de la cuerda pulsada, pero más moderna», dice este joven salmantino que está a punto de acabar sus estudios.
Las manos de los luthieres más famosos han sido tradicionalmente masculinas. Sin embargo, cada vez hay más mujeres interesadas en este oficio artesanal. «Soy violista, toco la viola en dos orquestas de cámara y en un cuarteto», explica Idoia Orueta. Bilbaína de 30 años, es una de las dos mujeres matriculadas en la escuela. «Me llamaba mucho la atención este mundo. La viola es un instrumento cuya fabricación no está estandarizada», cuenta esta alumna de segundo.
Por el Juan Crisóstomo de Arriaga también pasan alumnos con un objetivo no profesional, como Argimiro Domínguez, de 44 años, zamorano criado en Bilbao. «Me gustan las cosas manuales y la luthería es más atractiva y precisa que otros trabajos parecidos. Soy cartero, y no creo que me dedique a ello nunca como una profesión».
Antecedentes. Otros estudiantes del centro de Bilbao lo llevan inscrito en el árbol genealógico, como Demian Rodríguez, madrileño de 22 años y alumno de tercero. «Mi padre se dedica a ello y desde pequeño lo he vivido en casa. Él construye sobre todo instrumentos antiguos». ¿Aspiración profesional? «El mundo del violín es bastante difícil, pero dentro del campo del instrumento antiguo es el que veo con mayor futuro».
¿Y cuál es el presente de este oficio? Según las asociaciones profesionales, en la actualidad trabajan en España unos 100 talleres; muchos de ellos tienen que luchar contra el intrusismo, contra «el luthier-pirata, que no está establecido legalmente y que carece de la formación adecuada», explican en la Asociación Española de Luthieres y Arqueteros Profesionales.
El taller más antiguo es Casa Parramón, en Barcelona. Desde su fundación (en 1897) han construido más de 350 instrumentos, que han comprado, entre otros, prestigiosos concertistas como Pau Casals y Gaspar Cassadó. El continuador de la saga familiar, Jordi Pinto, explica la situación actual: «La cantidad de estudiantes en España está por debajo de la media europea, y el poder adquisitivo también».
En Madrid, Casa Solar (1948) con tres generaciones ininterrumpidas, y Roberto Coll (1931) siguen en el negocio inaugurado por sus antepasados. Pero en estos momentos Coll, de 81 años, no tiene muy claro el destino de su taller. Hoy está en tratos con otros luthieres para acordar una salida al negocio familiar. «Mis hijas han elegido otras profesiones». Sin embargo, en el Conservatorio de Arriaga de Bilbao hay, de momento, 10 futuros luthieres a la espera.