Tal día como hoy en 1840 falleció Niccolò Paganini, reconocido como uno de los mejores violinistas que hayan existido, con oído absoluto y entonación perfecta. Corría la leyenda de que Paganini habría vendido su alma al diablo a cambio de una técnica y un virtuosismo al violín nunca visto. De hecho, a su muerte, el obispo de Niza negó el permiso para su entierro y su ataúd permaneció varios años en un sótano. La fama que se había tejido alrededor de su persona y su talento, forjados en este posible pacto con el demonio, fue determinante en esta decisión eclesiástica, sobre todo debido a que el propio Paganini rehusó acercarse a la Iglesia y desmentir aquellos comentarios. En 1876 fue permitido el funeral y sus restos se transfirieron al cementerio en Parma.